El fenómeno de las tribus sociales o
contracultura inicia al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando del
desencanto juvenil ante una crisis globalizada los enfrentaba a un
futuro sin esperanzas aunque algunos apuntan incluso a fenómenos
anteriores como génesis de la pérdida de identidad personal a través de
la pertenecía de grupos que reemplazan la autoestima perdida con
antivalores que se expresan lo mismo en el fanatismo deportivo de las
porras, barras o hooligans, las sectas religiosas ultras, las maras,
gangas o pandillas o cualquier manifestación social que sustituya en el
joven el apoyo de una familia desintegrada, disfuncional o inexistente.
La
primera tribu emergente de ese periodo es la de los “rebeldes sin
causa”, etiquetados así por una sociedad sumamente conservadora y
vigilante del status quo que rechazaba todo lo que le fuera ajeno en
todos sentidos: valores sociales, moda, lenguaje, conducta, segregación
racial, etc. y que no comprendía las quejas y demandas de una juventud
que enarbolaba la libertad como bandera tanto en lo sexual como social.